19 de octubre de 2007

Este es un trabajo en el que intento mostrar un poco de mi folosofía, o de lo que quiero conseguir haciendo filosofía, pues "homologeîn sophòs estìn hèn pánta eînai" como decía el oscuro.
Safo: La unión de lo espiritual y lo terreno.

El presente trabajo se propone mostrar, en primera instancia, algunos rasgos y características de la vida de Safo, la poetisa de Lesbos, así su procedencia familiar, los miembros de su familia, su vida como poeta, sus cercanos, la talla de su poesía, etcétera, para luego ir caminando, de la mano de algunas de sus obras y sus enseñanzas, hasta llegar al lugar donde lo espiritual, o el alma, se une y funde con lo terreno, o el cuerpo.

La información sobre la vida de la famosa y más grande poetisa de la isla de Lesbos es poco conocida, e incluso no muy fiable en cuanto a fuentes se trata, menos aún en cuanto a algunas interpretaciones, incluida esta, la mía, puesto que no espero que lo que aquí se diga se tome como cierto, sino como posible. Continúo. Las fuentes de su vida y su obra nos llegan por medio de papiros y testimonios de historiadores como Heródoto, citas de otros poetas e incluso desde la retórica de Aristóteles[1]. Así la fuente papirácea al parecer más importante es el Oxurhynchus Papyri, de donde se han extraído la mayoría de los fragmentos y composiciones completas que nos han llegado de la poetiza. También de escritos en otros materiales, nos llegan sus obras incluso de inscripciones en alguna vasija. Y el lugar en donde por autoría se encuentran los fragmentos de Safo y también de su compatriota Alceo, es el libro de Edgar Lobel & Denys Page editores, Poetarum Lesbiorum Fragmenta.

Comencemos a recorrer, pues, su vida, nace alrededor del 590 y el 600 a. C. y se dice, entre otras cosas, al menos para que tengamos una visión complaciente de su trayecto en el mundo, que Safo procedía de una de las mejores familias de Lesbos[2], cosa que nos dice ya algo si consideramos que la familia era, por decirlo de alguna manera, condicionante de la vida de los hijos, es decir, que al nacer en una familia pudiente y acaudalada era casi seguro que el hijo o hija de esta, iba a tener una excelente educación y se iba a codear con personalidades importantes, además de que se tenía acceso a la cultura más fácilmente. Safo perdió a su padre cuando tenía seis años[3], se dice que tenía tres hermanos, Eurigio, Cáraxo y Lárico[4], uno de ellos, por su noble origen y su belleza, fue elegido para escanciar el vino en las recepciones oficiales de la ciudad[5]. Otro hermano, al parecer Cáraxo, hizo un viaje a Egipto para vender vino de Lesbos, se enamoró en Náucratis de una hetaira[6] griega de nombre Dórica, y esta pasión a la que sacrificó sus bienes trajo vergüenza a la familia, al respecto me parece pertinente citar los últimos versos de un fragmento que expresan un cierto descontento de parte de Safo hacia la muchacha amada por Cáraxos:

vv. 21 – 24: Cipria, y te encuentre más amargada, / y que Dórica no se jacte/ nunca diciendo que, añorado, / volvió a su amor por vez segunda.[7]

Volviendo a la vida de Safo, esta se casó, siendo su marido un acaudalado ciudadano de la isla de Andros[8]. También tuvo una hija, Cleide, a la que dedica más de algún poema, como el que canta “tengo una linda niña/con la hermosura/de las flores de oro, / Cleide, mi encanto. / Por ella yo daría/ la Lidia entera/ y mi tierra querida.[9]” Safo se fue de la patria cerca del año 600 según Fränkel, por razones políticas, durante un largo periodo de tiempo, buscando refugio en Sicilia. Hasta acá con su vida.

Ahora, a grandes rasgos tratemos de acercarnos un poco a su poesía. Se suelen dividir los poemas de Safo en tres grandes clasificaciones, la primera dice relación con las canciones para coro de muchachas que cantan lo exigido en ocasiones festivas, a la cual pertenecen las canciones de bodas o epitalamios, la segunda, es la que envuelve canciones en que la propia Safo se dirige a los hombres o a los dioses en cuestiones del momento, y la tercera cuenta con un poema en el que reflexiona y argumenta como en la lírica coral[10], donde la meditación domina sobre la expresión del sentimiento momentáneo[11]:

Dicen que es una hueste de jinetes/ o una escuadra de infantes o una flota/ lo más bello en la tierra, mas yo digo/ que es la persona amada.
Y es muy fácil hacer que entienda eso/ cualquiera, cuando Helena, que era hermosa/ más que ningún humano, abandonó/ a su honorable esposo/ y a Troya se escapó, cruzando el mar, /y nunca de su hija se acordó/ ni de sus padres, y es que, de su grado, /la hizo errar camino
La diosa Cipria (…) y eso ahora me recuerda/ a mi Anactoria ausente.
Preferiría ver su andar amable/ y el brillo chispeante de su cara/ que un tren de carros lidios o una hueste/ de infantes con sus armas.

Desde luego los fragmentos del segundo grupo son más numerosos, aunque los más celebrados en la antigüedad hayan sido los epitalamios.[12]

Bowra nos dice que “El lenguaje de Safo tiene la sencillez del coloquio diario, apenas usa palabras que no procedan de su habla vernácula, pero la selección es siempre impecable, y las frases construidas siempre con tino, cada estrofa es un vehículo ajustado, dócil y apropiado a su contenido, pareciendo que las palabras caen sin esfuerzo. Consagra sus poemas a sus amigas, su círculo cercano. Trata Safo en sus poemas, temas como las congojas de la pasión desairada, el dolor de la separación, ruegos a Afrodita, etcétera. Su canto fluye espontáneo, ataca y vence las más difíciles empresas poéticas, donde sólo han logrado éxito los más altos, y acierta a decir a la perfección cuanto pasa por su ser en esos instantes supremos de concentración y casi inexpresable arrebato.”[13]

Pasemos ahora al asunto principal del trabajo. Supongamos que el alma es algo que está con nosotros en cada momento, está, por decirlo así, en nuestro cuerpo. Aceptemos también que el alma, en cierta manera, hace que hagamos lo que hacemos. Con esto podemos plantear la pregunta ¿está el alma en el cuerpo o es el alma el cuerpo mismo? Trataré en lo que sigue, de mostrar que sobre la base de algunos poemas de Safo nos podemos inclinar hacia alguno de estos dos extremos, con la ayuda, también, de las interpretaciones de Hermann Fränkel e incluso de Rodríguez Adrados.

Las poesías que presentaré entran en el grupo de las personales, las que hacen referencia a sus procesos internos en relación con sus amores, penas, fantasías y epifanías. Comencemos con dos fragmentos donde se muestra a Safo arrebatada por alguna causa, causa que denomina, en su mente poética, con el nombre un dios. El primero de ellos es como sigue:

Eros me sacudió el alma/ como un viento que en el monte/ sobre los árboles cae.

Esta es la expresión máxima de que el ser humano está de alguna manera poseído por los designios del dios, cualquiera que sea. Así, Eros domina acá a la poetisa, y sólo él puede liberarla, si Eros la hace amar, sólo Eros puede hacer que deje de amar, cuando Eros se marcha se acaba el amor, ya que, como nos menciona Rodríguez Adrados “sólo los dioses que inspiran una de estas maníai o locuras (amorosas en nuestro caso) pueden liberar de las mismas, como Afrodita puede liberar del amor: bien haciendo que ceda a él la persona amada, bien curando a la víctima”[14], víctima que es el amante, el que padece lo que le hace padecer el dios.


Al mismo respecto el siguiente fragmento:

Otra vez Eros, el que afloja/ los miembros, me atolondra, dulce/ y amargo, irresistible bicho.

Vemos con este fragmento una misticidad, al menos en mi opinión, inefable, no encuentro palabras para expresar lo que me produce este fragmento, es una especie, intentando explicar un sentimiento encerrándolo en palabras, que es una suerte de intento de explicación del propio sentir de Safo ayudada por la cultura que tiene y la religión en la que está inmersa, combinación preciosa, en mi opinión, entre lo humano y lo divino que proporciona la religión. “El que afloja los miembros (lusime/lhj)” ¿se dan cuenta de la expresión?, Eros, el que afloja los miembros ¿no es eso lo que se siente frente a la persona amada?, además, este Eros, el amor, al menos un amor, “me atolondra (a)ph&xqeto)” dice Safo. Volvemos a la alusión hecha antes de Bowra, “el lenguaje de Safo tiene la sencillez del coloquio diario”[15], Safo no canta a la divinidad sin pasar por la realidad misma, ella siempre cuenta la realidad, lo que se ve, lo que se le aparece.

Nos dice también “dulce y amargo” y Cito a Fränkel al respecto, “una oscilación violenta entre sentimientos dulces y amargos fue, desde el principio, elemento constitutivo de la lírica del estilo de la de Safo, pero lo nuevo es que ambas cualidades contradictorias se den simultáneamente en al mismo acto”.[16]

Pareciera, y sólo pareciera, con lo anterior, que el amor, ya saliéndonos del amor como Eros, tomando amor en general, viene desde fuera, del mundo divino, como nos sugiere Adrados, y que se implanta en el qu&moj, ánimo o corazón, y con esto, el que ama no puede satisfacer su pasión más que si el dios así lo quiere[17], o la diosa, cuando habla Safo, por ejemplo, de Afrodita. Recordemos, sólo parece que esto es así.

En el siguiente fragmento podemos ver otro detalle de la expresión poética sáfica:

Me parece el igual de un dios, el hombre/ que frente a ti se sienta, y tan de cerca/ te escucha absorto hablarte con dulzura/ y reírte con amor. /
Eso, no miento, no, me sobresalta/ dentro del pecho el corazón; pues cuando/ te miro un solo instante, ya no puedo decir ni una palabra, /la lengua se me hiela, y un sutil/ fuego no tarda en recorrer mi piel, /mis ojos no ven nada, y el oído/ me zumba, y un sudor/ frío me cubre, y un temblor me agita/ todo el cuerpo, y estoy, más que la hierba, /pálida, y siento que me falta poco/ para quedarme muerta.

Este es un canto que Safo le dedicó a una muchacha de su círculo en su boda, es un canto con un tono distinto al de los demás cantos de las ocasiones festivas, comienza por una alabanza al novio, igualándolo a los dioses, y después se dirige a la novia y amiga.

En este canto no se ensalza ni magnifica alguna cosa intangible, como el amor, la belleza o el matrimonio, sino que la lésbica narra sucesos, cuenta. Nos cuenta cómo el muchacho sentado en frente de su amiga le parece ser igual a los dioses, nos cuenta de una suerte de conversación entre ambos amantes, del lazo que se establece en el matrimonio por esta íntima conversación donde él oye la dulce y agraciada voz de la muchacha[18]. Todo lo magnífico que haya, ya sea el amor, el matrimonio o la belleza, se agota en la narración de la alabanza al novio y la expresión de amor de Safo, expresión de una ternura tal[19], que no cualquiera la comprende en su verdadero sentido, profundísimo, pero profundísimo en un sentido no actual, nos dice Fränkel al respecto, “si aplicamos a este poema nuestras modernas perspectivas de lo profundo, lo malentendemos[20]”, malentendido que creo que devino en la suciedad de la que habla Bowra, cuando dice “que su nombre ha sido manchado por la maligna imaginación de Alejandría y de Roma y ha padecido a causa de tanta y tan extremada ternura”[21].

Esta narración y expresión de Safo nos lleva por una parte a la idea mencionada antes, acompañados por Adrados, de que el amor viene desde fuera, del mundo divino, y por otro, ya acompañados por Fränkel, que el amor, expresión de lo divino, se da en el mismo sujeto, es decir en Safo, de ahí nace. Incluso el mismo Adrados llega a decir, en favor de lo que intento mostrar aquí, que el deseo, el amor, el Eros, etcétera son una suerte “de hipóstasis cuasidivinas, son a la vez, (y aquí lo importante, en el a la vez) una propiedad de la persona amada y una especie de potencia divina” [22], lo que quiere decir, aplicándolo a ambas partes, amante y amado, que ellos tienen en sí y a la vez la parte divina del amor y la potencia de expresar esa divinidad, el ser humano es a la vez paciente y agente del amor, se da el amor al mismo tiempo que se produce amor o se expresa. Por decirlo de algún modo, no se pueden separar las dos cosas, si se siente amor, se expresa al mismo tiempo, ya sea que el amor venga desde fuera cono nos sugiere Adrados, ya sea que seamos la única causa de este, es decir, ya sea que haya un dios del amor o no.

Safo nos narra no sentimientos, como menciné, sino procesos, procesos propios, no nos dice que esta enamorada y siente el dolor de la partida de la persona amada, sino que nos hace ver su vivencia casi corporal, todo lo que dentro de ella ocurre. No hay reflexión sobre esto, sino que esto que le ocurre es lo que se transforma en principal, es lo que importancia tiene, se expresa de manera que cuando se lee no cabe más que ser empático, sentir igual que ella, casi sus mismos procesos se nos traspasan y sentimos la pena, la alegría, el dolor. Pues como dice Jaeger, “el más alto arte de Safo consiste en la descripción- o narración como he dicho- de las experiencias íntimas, con realidad inmediata”[23].

Esta expresión psíquica, que es la expresión de su propio proceso interno en palabras, pero entendiendo por psíquica, algo así como una especie de equivalente griego de anímica, se da al mismo tiempo que lo somático, creo que Safo cuando dice por ejemplo en el fragmento antes citado, “eso me sobresalta del pecho el corazón, te miro y ya no puedo decir ni una palabra, la lengua se me hiela y un fuego sutil recorre mi piel, el oído me zumba y no veo nada, un sudor frío me cubre y un temblor me agita todo el cuerpo, y estoy pálida y siento que me falta poco para quedarme muerta”, está narrando procesos, puesto que no dice, el amor me sobresalta el corazón, la miro y su gran belleza me deja con la lengua helada, y su enorme gracia me produce un fuego que me recorre, no, lo que Safo hace es expresar mediante la poesía su estado, por decirlo así, somático, corporal, todas las causas están supuestas, todas las causas de esos procesos simplemente se dan sin verlas, se dan solamente, lo que le vale a Safo es que es eso lo que ella está sintiendo aquí y ahora, ¿qué importa si Afrodita hace ser a la muchacha tal que me arrebate el corazón o no, si yo ahora estoy sufriendo o estoy extasiada?

La expresión psíquica de lo interno se da, como decíamos, a la vez, que lo somático. Fränkel nos dice:

“Todo está en uno y el mismo plano. No se exploran las profundidades anímicas, sino que las cosas mismas se encuentran en las apariencias. Los temblores que traspasan a Safo no son para ella ‘síntomas’ de algo, es decir, del amor, sino que son el amor, son precisamente lo que la presencia de la muchacha produce en Safo…cuerpo y alma son lo mismo. En realidad no hay nada más tras sus palabras: Safo no intenta decir más de lo que dice.”[24]

Alma y cuerpo son lo mismo. También nos dice Fränkel:

“Al igual que los poetas épicos, ella lee en el acontecimiento se significado metafísico. Pero, a diferencia de ellos, Safo no separa en ningún momento lo físico y lo metafísico; hay una sola visión del proceso que todo lo comprende…En un discurso continuado todo se va sacudiendo en un mismo, y único, primer plano.”[25]

Incluso en otro fragmento Safo nos hace notar no una narración de sentimientos y reflexiones en torno a estos sentimientos y sí una narración de procesos, pero en esta ocasión aparece ya la imagen de la diosa Afrodita, imagen que para mí alude simplemente a la apelación a elementos de la religión de su tiempo:

Divina Afrodita, de trono adornado, /te ruego, hija de Zeus engañosa, /no domes, Señora, mi alma/ con penas y angustias;/ y ven acá, si ya otra vez antes, /escuchando desde lejos mis quejas, / dejaste la casa de oro/ del Padre, y viniste/ en tu carro uncido; y batiendo las alas, /tus gorriones te llevaron sobre/ la tierra, por medio del aire, /veloces y lindos, /y al punto llegaron; y tú, con semblante/ sonriente, oh diosa feliz, preguntabas/ qué cosa hoy tenía, y por qué/ volvía a llamarte, /y qué deseaba obtener en mi alma/ enloquecida: “¿A quién quieres que ahora/ conduzca a tu amor? ¿Quién es, Safo, /quien tanto te daña?
Porque si hoy te evita, te buscará pronto, /si hoy no los toma, querrá regalos, /si no ama, te habrá de querer, /pesándole, pronto”/
Ven también ahora, a librarme del fardo/ de mi angustia triste, y haz cuanto ansía/ mi alma obtener: sé, en la guerra, /tú, mi camarada.


Este poema es diferente puesto que aquí no hay más que un personaje humano, Safo. Llama a la diosa, pero, como bien dice Fränkel, “de nuevo, algo espiritual se presenta en forma concreta”[26] pero la aparición de la diosa, es decir la supuesta aparición física de la diosa la considero, simplemente producto del genio poético de Safo, es decir la aparición no es tal, sino que es un recurso para explicar algo que es totalmente terreno, pero divino a la vez, su sufrimiento por quien no le corresponde. La diosa aquí tiene la función, a mi parecer, simplemente de mostrarnos, como ya lo mencioné, la religión, la creencia de Safo a partir de su cultura, nada más, sin la diosa o con otra diosa, o si incluso Safo hubiera estado en otro contexto, su poema no dejaría de expresar eso uno que siente, eso que la hace hacer poesía, eso que en cualquier lugar se entiende sin palabras, en su caso, el amor. Eso uno es la unión de algo que es espiritual y algo que es corporal, sentimos amor pero ese sentir amor no es solo saber o pensar y decir en palabras, en un enunciado de sujeto y predicado, “siento amor”, sino que es una vivencia, y la vivencia es, independientemente de esta oración “siento amor” una vivencia es siempre algo independiente de la oración que la expresa, y en la vivencia se funde lo corporal o terreno con el alma o lo espiritual.

Jaeger nos dice que La lírica va mucho más allá en Safo y se convierte en expresión del sentimiento puro[27], y parece que, el mundo hubiera necesitado de Safo para dar el último paso en el mundo de la intimidad del sentimiento subjetivo. La polaridad humana de lo espiritual y lo sensual sólo alcanzó más tarde verdadera importancia en la vida erótica, hasta penetrar profundamente en el alma y henchir la vida entera[28]. Como mencioné, en la vida se funde lo corporal o terreno con el alma o lo espiritual.

Finalmente Jaeger nos ilustra nuevamente “Las convenciones del estilo y del lenguaje se funden con el sentimiento más profundo para llegar a la pura expresión de la individualidad. Incluso la simplicidad de la situación –de la vivencia que mencioné- parece iluminar los más finos matices del sentimiento que le confiere su real significación.”[29]

[1] Cf. Al respecto de una ‘imposible biografía’ la introducción en la antología bilingüe de Pablo Ingberg, Safo, Losada, Buenos Aires, 2003, p. 18 – 20.
[2] Hermann Fränkel, Poesía y Filosofía de la Grecia Arcaica, La Balsa de la Medusa, Madrid, 2004, (2º Ed.), p. 170.
[3] Ibíd.
[4] Cf. Pablo Ingberg, Op. cit., p. 21.
[5] H. Fränkel, Op. cit., p. 170.
[6] Una hetera es la mujer en Grecia, en la Grecia antieróica, que es buscada para el placer del hombre. “Eran las del escalón más alto de las profesionales del amor mercenario, las pórnai o prostitutas, cuyas representantes trabajaban en casas de lenocinio o en las calles o en las puertas de la ciudad. Hetera es un eufemismo que significa ‘compañera’, ‘amiga’. Se encontraban en los banquetes de los hombres, en los cómos o cortejos que los seguían. Y muchas veces tenían casa propia.” Para más detalle ver, F. Rodríguez Adrados, Sociedad, Amor y Poesía en la Grecia Antigua, Alianza Editorial, pp. 97 y ss.
[7] La traducción es de Juan Ferraté en su antología, Líricos Griegos arcaicos, El acantilado, Barcelona, 2000, p. 241.
[8] Cf. H. Fränkel, Op. cit., p. 171. y también para otro dato sobre el esposo ver la introducción de Pablo Ingberg, Op. cit., p. 21- 22.
[9] Las traducciones aquí utilizadas pertenecen a Juan Ferraté, en, Líricos Griegos Arcaicos, El Acantilado, Barcelona, 2000.
[10] Cf. H. Fränkel, Op. cit., p. 171.
[11] Ibíd. p. 183.
[12] Ibíd. p. 171.
[13] Cf. C. M. Borra, Historia de la Literatura Griega, FCE, México, (reimp. 18º) 2005, pp. 45 – 47.
[14] Cf. F. Rodríguez Adrados, Op. cit., pp. 124 – 125.
[15] Cf. C. M. Borra, Op. cit., p. 45.
[16] H. Fränkel, Op. cit., p. 181.
[17] Cf. F. Rodríguez Adrados, Op. cit., p. 124.
[18] Cf. H. Fränkel, Op. cit., p. 175.
[19] Para una noción extra de esta idea, ver C. M. Bowra, Op. cit., p. 45.
[20] Cf. H. Fränkel, Op. cit., p. 176.
[21] Cf. C. M. Bowra, Op. cit., p. 45.
[22] Cf. F. Rodríguez Adrados, Op. cit., p. 125.
[23] Cf. Werner Jaeger, Paideia, Los Ideales de la Cultura Griega, FCE, México, 2001, p. 135.
[24] Cf. H. Fränkel, Op. cit., p. 176.
[25] Cf. Ibíd. p. 177.
[26] Cf. H. Fränkel, Op. cit., p. 176.
[27] Cf. Werner Jaeger, Op. cit., , p. 133.
[28] Cf. Ibíd. p. 134.
[29] Cf. Ibíd. p. 135.

No hay comentarios.: